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REBELIÓN CIENTÍFICA

Somos la comunidad científica rebelándose ante la inacción política frente a la crisis climática y ecológica
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Manifesto a favor de la transición alimentaria

Publicamos aquí un manifiesto a favor de una transición alimentaria hacia dietas mayoritariamente vegetales por el medioambiente, los animales y nuestra salud. Se trata de una acción coordinada por entidades de la sociedad civil como ARDE y Rebelión Científica junto a la comunidad científica. Completa el formulario para añadir tu nombre al manifiesto.

Las personas de la comunidad científica firmantes, basándonos en la evidencia disponible fruto de años de investigación, declaramos la urgente necesidad de una transición global hacia dietas mayoritariamente vegetales. Este cambio es fundamental para abordar las crisis interconectadas de la emergencia climática, el sufrimiento animal, la pérdida de biodiversidad y la salud pública. 

En todo el mundo, la industria ganadera emplea el 80% del suelo agrícola y causa el sacrificio de 70.000 millones de animales anualmente, sin contar a los animales acuáticos. Además, contribuye significativamente a la crisis climática ya que produce el 37% del metano y el 65% del óxido nitroso a nivel global, dos gases de efecto invernadero con un gran potencial de calentamiento. También contribuye en gran medida a la liberación de CO₂ a la atmosfera, ya que según el último informe del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) la carne de vacuno puede generar hasta 60 kg de CO₂ equivalente por kilogramo producido, frente a menos de 1 kg de CO₂ en el caso de las legumbres. Esta industria además contribuye a la contaminación del agua por nitratos, afectando ya a más de 220.000 personas y 257 municipios españoles. Sin embargo, a pesar del uso intensivo de recursos y de los problemas que supone, solo aporta el 36% de la proteína y el 16% de las calorías. 

Según los últimos datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), España lidera el consumo de productos cárnicos en la Unión Europea, con casi 105 kilogramos por persona y año, unos 2 kilogramos por semana, unas 7 veces más que los 300 gramos semanales máximos recomendados por la Comisión EAT-Lancet, formada por 40 científicos internacionales.

La evidencia científica también es clara respecto al impacto de este consumo en la salud. En España, más de 10 millones de personas sufren enfermedades cardiovasculares y más de 120.000 fallecen cada año por causas relacionadas. El departamento de salud pública de Harvard y la Universidad de Purdue, concluyeron que sustituir la carne roja por proteínas vegetales reduce el riesgo de enfermedades cardiacas. Meir Stampfer, profesor de epidemiología y nutrición y autor del estudio, señaló: “Si sustituimos las hamburguesas por galletas o patatas fritas, no estamos más sanos. Pero si sustituyes la carne roja por fuentes saludables de proteínas vegetales, como frutos secos y alubias, obtienes un beneficio para la salud”. En la misma línea el reciente Estudio Omniveg de la Universidad Francisco de Vitoria, afirma que sustituir en la dieta mediterránea tradicional los productos animales por vegetales implica mejoras en la salud cardiovascular.

La preocupación sanitaria también abarca la resistencia a los antibióticos. En España se registran alrededor de 3000 muertes anuales vinculadas a este fenómeno. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (ONU), esto representa “una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo” y está estrechamente relacionado con el elevado consumo de productos de origen animal. En algunos países, hasta el 80% del consumo de antibióticos de importancia médica se destina a animales sanos, principalmente para estimular su crecimiento. 

Por su parte, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) también ha comenzado a alinear sus recomendaciones con un enfoque más sostenible, indicando que se deben consumir entre 0 y 3 raciones semanales de carne. Según el Comité Científico de la AESAN, el mayor predominio de alimentos de origen vegetal se alinea con el enfoque Una Salud de la Organización Mundial de la Salud. 

Sin embargo, para que esta transición alimentaria sea posible, es imprescindible transformar también el modelo agrícola actual. El IPCC reconoce que “la transición hacia una gestión sostenible de la tierra y sistemas alimentarios requiere abordar compensaciones, limitaciones de infraestructura y barreras institucionales”. En España, por ejemplo, se importa el 60% de las legumbres que se consumen, mientras que buena parte del suelo agrícola se destina a cultivos destinados a la ganadería. Apostar por una alimentación más vegetal no solo es beneficioso para la salud y el planeta, sino que representa una oportunidad real para revitalizar el campo, diversificar cultivos y construir un sistema alimentario más justo, resiliente y sostenible.

Por todo esto el papel de los supermercados es clave. Normativas como la Directiva 2013/34/UE y la nueva Directiva sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD) exigen a las empresas, incluidas las cadenas de supermercados, información clara sobre sus impactos ambientales y planes de transición climática. Este paso es muy importante ya que estas son el eslabón con mayor poder económico de la cadena alimentaria, y por tanto con mayor responsabilidad. Más del 90% de las emisiones de los supermercados europeos provienen de su cadena de suministro, y la mitad proceden de la carne y los lácteos. Ajustar la oferta de proteínas para apoyar dietas ricas en vegetales es la forma más efectiva de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector de la distribución alimentaria. Según el IPCC, este cambio podría reducir las emisiones del sector hasta en un 30%, al tiempo que aportaría beneficios significativos para la salud y el uso eficiente de los recursos naturales. Es la única estrategia de mitigación climática, siguiendo el ejemplo de Países Bajos, que ahorra dinero, ya que los alimentos vegetales necesitan menos tierra, agua y energía, haciéndolas más asequibles en su producción. 

Como comunidad investigadora solicitamos la adopción de planes de transición climática que incluyan una estrategia de transición proteica, que debería incluir la paridad de precios, las promociones y la colocación de productos alternativos junto a los de origen animal. En definitiva, reivindicamos que las cadenas de supermercados deben implementar políticas urgentes para revertir los impactos negativos del actual sistema alimentario en nuestra salud, el planeta y los animales.